“borra el tiempo todo humano accidente”
(Leopardi)
Una vez conocí a un tipo
que caminaba siguiendo mis pisadas,
parecía que recorríamos la
misma senda,
una cresta de abismos
húmedos donde recitábamos con errores a nuestros poetas preferidos,
no habíamos conocido a
ninguno en persona,
la mayoría jodidamente
aburridos en el cementerio,
leerlos en su idioma
original no los clarificaba,
los ordenábamos de mejor a
peor,
de pedantes a borrachos
ludópatas codiciosos,
soñaban como nosotros con
un futuro con mejores versos.
Camareros, guías
turísticos, taxistas desfilan ahora por este punto,
son la casualidad de
nuestro día, no sirven como demoledora realidad,
pero tratan junto a
nosotros de restaurar la historia,
dejarla fija en el esplendor
que antes tuvo,
supermercados de la
humanidades siempre abiertos,
charlas sobre caballeros suicidas
que poseían un don,
manejaban lenguas muertas
y oraban el rito elegido,
pagano o no,
la vida habían descubierto
el oxígeno para ponerle fin,
lo dictaban las grandes
voces, lo repetirían nuestras amistades,
las pisadas a la inversa
para acercarse al lecho de rocas,
pero durante unos minutos
nos reímos ocupando todo el espacio posible,
reíamos antes de tener que
ganarnos la vida
y resignarnos en los
cinturones modestas de las ciudades tan bien organizadas que hasta el azar nos
hiciera sentirnos culpables,
no admitiremos que se construyeron
para eso,
no era una plan
solo la interpretación casual
de que los días luminosos arden lejanos.