Sirvieron veneno para que
todos soñáramos,
aunque era mejor enseñar
el sexo,
depilarlo a dentelladas,
volverlo estéril con la abundancia,
que corriera hasta el
último habitante sin preguntarnos si reconocería el sueño.
No bastó y hubo que
incendiarlo también,
vuelan empujados por el
viento en llamas,
rastros de las semillas
vedadas,
no nos las merecemos
y
no volverán.