lunes, 20 de julio de 2015

QUE VALGA LA PENA

  “Entonces Patroclo, quebrado por la herida de la lanza y por el golpe de dios,
intentó eludir la muerte buscando amparo entre sus compañeros”
                                                                                   (Homero)


Al perro se le viste para salir de casa,
luego se le pasea,
a lo mejor eso es lo que hace que los odie,
ellos también me odian,
nos despreciamos mutuamente mientras coincidimos en la calle,
los veo mear y cagar mirando sus restos complacidos
tan ridículos en nuestra fe en el futuro como en esa cagarruta que recogéis,
no es culpa de nadie, es el flujo fecundo de arrojar palos al agua y esperar que los traigan,
de los nombres que le hemos dado al dejarlos entrar en casa,
lo podríamos gritar en los días ventosos para que se alejaran dibujados en el aire
y comportarse con el celo de que algo grande se está tramando en este solar meado y maloliente,
orina y cigarrillos apagados en sus charcos ,
farolas sucias, ya nadie puede salvarlas,
ruge el silencio del vecindario sorbiendo la taza final,
así culpo yo a los paseantes que prueban a inculparme con la mirada,
pobre travestido de la ignorancia,
satélite del pasado que camina sin orden hacia la capitulación,
pobre de mí sin protección y con ausencias descomunales,
les brilla el hocico, se les dispara la mirada porque saben que han ganado.