Aunque el mal carpintero
rompa sus herramientas,
calme la ira con más
dolor,
salpique los recuadros que
no se ven,
grumos de barniz que las
lamas tejen ,
un ejército de tiernas
sábanas terminará por incendiar cuanto nos rodea,
llegará siempre ese día en
que los huesos se desgajen de la carne y abandonen toda esperanza,
pero ahora no, hoy no,
ahora germina el silencio
de los besos y de las palabras,
ínfimo tacto que se
apodera de las páginas en flor.
Igual que la primera vez,
tiritando y nervioso,
paseo cegado por el ansia
de llegar más lejos,
el ruido de tus pisadas me
reencarna en las hojas que quiero que mires,
que pasees la mirada como
hicimos tres años atrás,
recorras con los dedos las
líneas impresas como la piel montañosa que ruge, los mares sedientos que se
colman, los hilos que fijan la realidad a estos estantes acostumbrados a
quererse en silencio;
atropelladamente voy
atravesando con la espada el frío de los nombres ilustres que abren sus ojos a
nuestro paladar,
son jilgueros que cantan
con la sordina del tráfico,
abren a los cielos encapotados
sus nudos para que mese tus rizos al acabar el día,
cuando las defensas no
mienten,
y el agua clara del pozo,
la que sacia la sed más profunda de los hombres
nos baña a borbotones,
peregrina andanza de las
letras puestas como hormigas a trabajar,
las leo en voz alta mientras
ya nadie atiende a su llamada más que los pasos del tiempo.