Sube el ritmo a mil, a
cien mil,
abandona el pobre tesoro
en la boca del pordiosero y moribundo hombre de excepción que busca rematar la
tarde en la cama,
angústiale tú con el latín
que no entiende,
es un bien encintado que no
da muestras de fatiga y crea las formas más variadas de anzuelos,
porqué malgastarlos,
si van lejos, atropellando
las palabras encendidas en las lumbres de la parte de atrás,
sencillo, atado a la mudez
del destierro,
cansa y palpita como un
retenedor de transparencias,
es a otro a quién invoca,
no puede ser,
taxidermista,
muerto en la escasez,
desamparado, arrúgalo con
la mirada,
tienes el poder para
serenar el mundo,
duro, campeonato
interrumpido por el moralista y su mujer copulando por una buena causa,
inflan los globos, son
fieros en su ataque,
arrastran a la víctima por
la cintura,
la sangre se derrama por
la alfombra,
vela por mis instintos,
quién se levanta austero
cuando la desazón destruye el campamento
y nunca, nunca, el banco de
esperma recibirá el premio a mi hazaña.