“trazado en metal mi espíritu”
(Dylan
Thomas)
Si los dioses me hubieran
permitido zambullirme contra las sábanas tendidas
y volverme tierra ocre,
y el remolino que tiñe mi
cara hubiera impedido que las sofocantes lluvias de estío frenaran el
espectáculo de la espera
y los cientos de dioses
aclamados, que por fortuna desbaratan a los ídolos únicos que nos blindaron
boca y ojos contra la verdad absoluta,
legión de sopladores,
legión de paños tibios para aliviar el crespúsculo
que no hay más símbolos ni
metáforas para arrastrar hasta el centro del círculo, el lugar áureo donde
lucha la poesía,
y viven las pasiones
resbalando por la rama limpia,
frugal alimento para el
cerrajero que percute contra el dolor de la almas, contra la sed, contra el
torbellino ascendente.
Encerrémoslos pues,
que marchen los ídolos
adversos,
ocultos tras las cuerdas
del tramoyista y los inventores de las falsas leyes naturales,
nuevos alimentos, nuevos
futuros abreviados,
justos, con la respiración
precisa para subir a las alturas de los pájaros,
y caer, caer también, caer
hasta las miserables capas profundas de la materia conocida,
y que se amontonen los
cuerpos,
entonces los acuchillaré,
los acuchillaré con tanta intensidad que no reconocerán quienes eran
y podrás ser los malditos
para siempre.