domingo, 13 de noviembre de 2016

ESCAMAS ENCIMA DE LOS HOMBROS



“llegará un día en que Ilión, la ciudad santa, perecerá,
en que perecerán Príamo y su pueblo,
hábil en el manejo de la lanza”
                                                                                              (Homero) 


Atribuirlo a un farsante no es arreglar las cosas,
es posponerlas,
demoler hasta llegar a la tierra primigenia y declararlo oficialmente muerto parece suficiente pero no lo es,
hay que destruir su memoria, hay que esculpir una nueva cara sobre las viejas estatuas, 
volver a fundir las monedas con dioses descabalgados y endecasílabos poderosos,
siempre ha sido así,
no hace falta poner cada de funeral.
No era por él por lo que anduvimos de continente en continente atando pañuelos,
era el instinto el que nos hacía cruzar los ríos,
no rendirnos por todos los mares interpuestos,
ni las fieras palabras que se invocaban al pie de la muralla,
resecas, como el tomate pegado al mantel,
surtieron efecto;
las hemos sacado de una pesada tumba y lanzado al infinito,
son como los raíles del tren,
inexorables, futuristas, amigos del ostracismo,
son cosas vividas para guardar el pan,
germen de todas las dudas, y ahora sin los maestros que nos separen el grano de la paja,
liberados para llevarse los mitos a que llenen el vacío intestinal, fuercen el corazón y los músculos hasta reventar,
una mirada dura al miedo,
revuelto entre la mierda que cagamos cada día de la historia universal,
no sobra, queda ahí,
el prestidigitador la chafa,
desaparece de sus manos,
ya nos la hemos comido.