martes, 27 de septiembre de 2016

A VECES HAY QUE SUCUMBIR AL AMOR




“felicidad era ver en dos direcciones”
                                                                                        (Irene X)



Aquí se oye a través tuyo,
se oye golpear la cuchara contra el tarro, escaparse el dulzor que agarrota el aire, 
se oye vacío entre la cúpula de mi oreja y tu piel,
palpite lo que palpite es un demonio de muchas letras,
las vas mecanografiando mientras hinchas el cuerpo y percutes contra las teclas,
tambores que peinan los campos, agitan las puntas de la hierba,
cuando el deseo se abraza al mar ciego y se olvida devolverte al punto ingrávido donde flotas,
amarrada por tendones y huesos a los minerales te escucho,
¿qué se pierde en el vaivén de la palabras,
cuál es la materia del enjambre,
qué traen tus pálpitos, olas, calambres, surcos?
todo aquí, en un momento, para señalar la sima que hecha a rodar el tiempo,
yo lo oigo con la noche por delante,
a la espera del alba, cuando te levantas a recoger semillas con que frotarnos,
haya, pues, indefinidas marcas donde atar las flores a las tumbas,
borrachos en la fe de las cosas,
cruzamos campos de la mano que nos atraviesan el corazón hasta la nervadura, hasta las ramas incipientes que nos despiertan risas,
es pronto para soñar,
para retenerse,
tenemos más, hay más, debemos buscarlo en la espesura de las llamas de cartón,
mañana es demasiado pronto para morir
cuando apenas saboreamos el elixir blanco y negro del amor.