Pere Gimferrer
Atlas, para qué me besas,
no hallarás más vida
desperdigada que la tuya, no la puedes contagiar, no has sido elegido para eso,
con tus manos circunda la
tierra en pos de más demonios fabricados en las aguas donde otros se ahogaron
camino del tiempo,
frunce tu torso, quemado
en el caminar,
conserva el candente
misterio,
pronto la retórica destruirá
el rastro sobre cuándo emigrar o sacrificarse por estos árboles míticos,
termómetros desérticos que
visten las puertas,
las primeras colinas
descubren su antigua capa
antes de ser todo verdad
y la porquería industrial,
resuelta a precio de sangre,
es ahora el pacifico filo
arrancado a los hilos anuales de las montañas,
¿quién puede refugiarse y
dónde?
Se han vuelto todos extranjeros,
así lo pedían, armados con
el testimonio arrogante de ser los dueños de los vientos,
descuidad los jardines y
destruidlos a vuestro paso, ahora que no conocemos los secretos ni las
palabras,
somos humo, más adelante
el reverso
y reagrupado con el resto
de titanes dejareis tan solo vida errática y podredumbre.