miércoles, 31 de agosto de 2016

ROÑA



Di lo que fuimos, nadie te creerá,
reirán en la sobremesa dejando pétalos rojos de propina,
les hubiéramos podido consolar diciéndoles que era por una causa justa,
y venderles los juegos de palabras como una obra de arte.
Fue un rayo sobre la carrera de los charlatanes,
aún no se había despejado la vista, situados todos en sus puntos de apoyo, cuando ya morían.
Entre risas aplaudían las familias capaces de pagarlo,  
quizás fue por el abuso del champán,
o el exceso de coartadas para estar allí cuando no había casi nadie,
entonces las tramoyas dieron la vuelta al calcetín moribundo,
eclipsando todo lo demás, quedando por delante del presente,
y envejeciendo a latigazos.
Ábrase el círculo sexual,
ábranse las fórmulas sociales,
arde en las manos de los mercaderes toda la avaricia pintada en posición de poder,
en un rectángulo golpéense en mi nombre,
deshagan el diamante en el agua,  
¿qué retuvo al paseante, esperaba algo mejor,
más sorprendente, para su último día?
es irónico pero parece aburrirlos hoy.
Al desnudarse en la soledad de su cuarto deberían pudrirse,
aplastar su frente contra el cristal de la ventana y quebrarla.
Ya pasó el tiempo de los ansiosos poseedores de la mayoría,
estado afónico y enfermo,
luce un buen aspecto para hacerse escuchar pero nos hemos traslado
¿qué magia, desposeída de razón, acordonaba?
es el tiempo, inmisericorde aleación que se escapa por la narices,
refulja en esta causa despoblada de huecos,
mientras me evado con el escote,
a mi solo me interesan los pechos dibujados
y sueño que tienen nieve dulce y muy densa en los pezones.