“tu débil especie no creíste inmortal”
Me sujeto el corazón por
el daño que me hace,
lo debería hablar con mi
médico,
en lugar de dedicarme a arrojar
los dados para que se haga de noche
y convencerte de que has
muerto
y eres un muerto justo
y aplicado a la métrica.
Eso sería así si fuera neutral
y creyera que la poesía imparte justicia,
pero he tirado los dados,
se ha hecho de noche como tú
querías,
y hemos dejado de verte.
De qué nos sirve
imaginarte postrado en un mármol caduco mientras me cosían el corazón,
lo amasaban en busca de
perchas donde colgar los disfraces por si me despertaba contigo,
lo primero seria acabar
con las puntas de flecha que te deformaron,
tirar de ti hasta un lugar
donde tu sutil palabra inunde los márgenes,
no tengas que hacer como
yo, que me he fumado centenares de poemas cochambrosos,
sin grandeza, lejanos a
tus pautas,
más oscuros y más falsos,
son como una unión de
frases de las galletas de la suerte y del horóscopo,
sí, no te rías, he ocupado
un espacio basura,
he partido la silla en dos
en cuanto el dolor de la cicatriz se ha intensificado,
sin embargo es el mismo
corazón el que me ha asustado por su gran silencio,
algo trama,
lo apreto contra todos los
órganos
y apuro la respiración
para que no perturbe tu amada oscuridad mística,
esa que ha dado de beber a
cuantos lo han solicitado,
sin adivinar el porqué de
tu luz encarnada.
No te puedo explicar todo
lo ocurrido desde entonces,
te tapo el rostro para que
lo contemporáneo no te asuste,
no vuelvas a ver las cosas
mínimas que hicieron arder las planicies,
es mejor que sigas
latiendo moderadamente,
conmoviendo al mundo tenebroso
de la inmortalidad,
sin aprender idiomas
porque mucho hicieron con
salvarse los poetas incandescentes en sus nubes de hidrógeno para que
recitáramos más viento,
más paz de calderilla,
lo piensas en palabras
tatuadas al dolor,
hundidas de la miseria,
allí donde está el porvenir.