“la guerra inacabable contra el yo
sin el cual no puedes vivir”
(David Foster Wallace)
La solución civilizada es
que ya se morirán,
mientras que guarden
silencio,
bajen la vista cuando se
les necesite
y desaparezcan en el momento
justo.
Lo bueno siempre está en
la misma montaña, en el mismo panal,
lo razonable calla en los
escaparates, maniquíes sin uñas ni pelo que andan pidiendo tickets para la
cueva universal,
con entrada a la vista,
cordial como el sacrificio de un choto,
mires donde mires morirá,
mires donde mires te
recordará que derecho te hizo
y qué piedad te mantuvo a
un gota a gota que siempre se ha vuelto baldío en el momento oportuno,
es mantequilla en lugar de
sangre,
palabrerías, que como
esta, martillean en los desconches de las calles turbadas por el buzoneo
incontrolado,
aquí hemos venido, a no
saber hablar porque no tenemos palabras válidas,
a trazar las leyes lógicas
y sus contrarias, a volvernos interesantes antes de que nos lo impidan,
la campana marca una
última vez,
la gran última vez donde
en lugar de esprintar nos hacemos pequeños,
es un plan para acabar con
el mundo, con los rizos, con la casa desalmada que abandonamos humildemente,
sin que nos lo pidan,
desmayos y fe infinita,
charcos donde ahogarse sin
ser vistos,
voluntad trasparente, se
ha evaporado el tiempo,
está reducido a émbolos
dinámicos que oscilan de derrota en derrota,
los compuestos intimidan,
simplemente no hay forma
de amarlos.