“una cama ajena en medio de la nada”
(Don
Delillo)
Por detrás recogían de
entre la basura lo comestible,
los podíamos invitar a
comer pero estamos más por la labor de no meternos,
así, atados como
pajarillos, maduran en el escalafón de los sin nada,
aunque no puedan oír como
los llamamos con benevolencia
o hacemos una fiesta por
los que están lejos.
Ponemos música y bailamos
por su desgracia,
siendo más radicales
podemos enseñarles a nuestros hijos que bailando los estamos salvando
y que necesitamos hacerlo
mientras suene la música,
así de paso evitamos la
melancolía,
y olvidamos los prohombres
molestos que nos han encarado a lo más alto posible del ranking.
Aparte están los que
callan y se lo agradecemos manteando sus esperanzan,
vestidos como sus padres y
como sus hijos,
todos acomodados tras sus
ventanales,
perfeccionando el
vocabulario por si les preguntan de dónde vienen,
a esa clase de espectáculo
bailamos, con los caballos a punto de reventar,
no lo podemos consentir,
que alguien se abrace a sus cascos,
tienen dos nombres como
yo,
miran de soslayo por si
quiero algo,
si no saldrán deprisa,
a fuerza de repetirlo han
perdido el miedo a caer,
lo encuentran más justo
que quejarse,
abandonemos las músicas y
los bailes,
es mejor no tener plan que
eso.