miércoles, 1 de enero de 2014

VIRUTAS DE MI CARNE

Al lanzar la piedra enseguida me doy cuenta de que no llegará muy lejos,
apenas salva unas hierbas.

Tiro otra con más fuerza,
con la ira del mundo,
no se parará la maquinaria celeste por ese golpe,
y las órbitas permanecerán inmunes,
pero con el deseo de que llegue hasta donde me sea imposible verla,
mejor, si hubiera podido ponerla en el espacio,
para que nunca la pudiera encontrar y repetirme,
prefiero que sea otro el que halle la piedra y la aleje un poco más del lugar donde el tiempo, la resistencia y la fuerza la catapultó,
y luego olvidar el gesto,
que ha asistido a todas las fiestas y vivido la fundación y el final de los planes para soportar con más entereza la razón por la que cuatro mil años después sigo escribiendo.

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