jueves, 3 de julio de 2014

UN REPRESENTANTE DEL VIEJO MUNDO

“llenamos formas preexistentes
y al llenarlas las cambiamos
y ellas nos cambian”
                                                                                                                       (Frank Bidart)


Tempo feroz de mis palabras,
condéname por mis dunas y arboledas,
ya reniego del sabor de la fruta madura,
de la manta contra el frío,
del cuchillo que abre la carne.
Lo mastico, todo lo he masticado hasta la saciedad,
simulando que tengo hambre y no miedo,
y miro de frente a quienes me acompañan y me refrescan la espera,
yo también los estoy acompañando.
Corrígeme si me equivoco pero he dilapidado tantas horas reconociendo la asombrosa llave,
llaves y contenedores de llaves, amontonadas, fundidas y vueltas a perder,
ya no tengo agallas para recitar a mis mentores, susurrarles al oído mis respetos, darles nombres porque también dudaron del trato,
de todo hubo, locura extrema era encerrarse a oírse,
inventariar tablas como cuando éramos niños y errábamos por puro miedo,
aquí se ven ahora las entrañas de las generaciones,
licor fermentado a golpe de miedo y hermosura
porque eso es lo que nos reconoce cuando hemos cruzado el umbral de las importancias relativas,
las angustiadas bombas enrojecen los cuerpos, sin decírselo a nadie, caen en cuanto se las mira,
y sepultan la historia,
la escala que pende de algo más fuerte y lógico que mis obras, que mi recuerdo,
no serán suficientes para contener el miedo,
arrastrar lo pies, vender, siempre vender, es la receta para aceptar lo que soy.

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