martes, 1 de septiembre de 2015

MARCIA MF



Museo Lapidario Narbonne

La mano al pecho para ocultar la herida,
puede que de saludo o respeto.

Querido Marcia MF, qué te hacía sonreír y retar con la mano al destino,
múltiples ocasiones tuviste para rebuscar entre los huesos de tus antepasados sin temer que los bárbaros pudieran revolverlos,
bien cuidados, en los bordes de la ciudad, amansados en piedra para hacerte las preguntas frágiles,
las que rompen las cadenas y llegan al cáncer,
crisálida opaca, a punto de pudrirse siempre,
desborda la cuenta del tiempo espuma,
cae de su cuenco hasta las manos aun con carne que se resisten a volver la mirada al infinito.

Qué te hizo parecer inexpugnable,
qué podría ser lo que acabara con tu lengua,
qué sucesos para ti desconocidos jalonaron a los intermediarios del Leteo,
los que se negaron a sumergirse a tu paso
y resoplan de miedo porque la oscuridad acecha a quien canta y admira la luz,
no ocultes en esa sonrisa la duda de la palabra,
levanta el paso, desmenuza la tierra,
salpícala, lo que se descubra es un reservo inocente,
que nada puede contra ti.

Caerá sobre tu nombre, el de tus hijos y los que posteriormente fallecieron la hazaña final del relieve,
la cornisa donde poder posar la mano, pendones movidos por el viento, medallones clavados a la piedra,
un éxito tan irrelevante como el pasado,
columnas descabezadas, pulidas por la mano ya ausente,
viento y más viento para darle la vuelta a la tierra,

virtuosa y débil en esta cadena de encuentros fortuitos que alimentan los linajes más allá de sus intenciones de posteridad.

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