miércoles, 6 de enero de 2016

ACTUACIONES PEDESTRES

El miedo que ataca a mi vecino le obliga a serrar para ser oído,
podría envenenarse pero prefiere sudar en la galería,
podría taladrarse los testículos pero valora más nuestra desesperanza,
en realidad nos está pidiendo ayuda,
pretende que le gritemos que lo queremos muerto,
para despertarlo,
que le gritemos bien fuerte mientras a martillazos descompasados y huecos oye cómo se nos pudre el alma con él,
necesita nuestras palabras para sentenciarse,
pero le obligamos a vivir, y le dejamos reconstruirse su casa,
con una barbacoa en el rincón donde se esconderá para compartir los agonizantes restos de una tarde, donde el silencio lo rompe el crujir de los gusanos en nuestras carnes.

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