Pasas dando un portazo,
última llamada a los señores
pasajeros, maleta vigilada,
azucarillos en el suelo,
huellas en los lavabos,
en el espejo la mirada en ascuas,
contra ese discurso no hay
argumentos,
pasas deprisa dando un
portazo,
roedores recortando por la
línea lacrada,
qué hubieran dicho de
vivir las piedras,
qué hubieran hecho de
sentir un coraza que parpadea,
mandobles de ira cerrada para
poner la rabia en poemas,
oírlos a las tantas de la
madrugadas, cuando las lanzas atraviesan la garganta y se bebe hasta perder la
razón.
LO OIAS PERO NO LO
ESCUCHABAS.
Pisas evitando el baile de
los ahorcados,
es la reunión para hablar
de ello y todos callan esperando tu palabra,
se ha de hablar del
infierno, de las góndolas que harán falta para cruzar el Leteo, de los embalsamadores
que se necesitan para que los círculos virtuoso asciendan,
saber a quién pertenecen los
cadáveres,
retar con el talón al
descubierto,
puede ser que con cemento
blando no baste para cubrir la naturaleza y la basura,
entonces tendrás que
enseñar a ahogarse en los ritos nuevos,
ríos y montañas reverdecidos,
es el área a la que se
pertenece, placentera y sin jeroglíficos,
te ha dado un salto el
corazón al girar la llave porque no sabes quién es,
ni lo sabía mientras el
confort de las vidas recortables se superponen,
maleza de plástico donde
se emborrachan los insectos,
se les escapa el pipí y
vomitan,
pisas despreocupado por la
cuerda amistosa que tiendes en la parte de atrás, limpia de difuntos,
donde otros como tú sorben
el olor limpio y confortable de la ropa recién lavada,
repiten a la vista del
cielo
que el mundo es perfecto.
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