Sopor de la tarde
cronometrada por tres martillos que rascan la cáscara de hierro,
horas de porcelana, rotas
en el pecho, que resbaláis líquidas hacia la solidificación,
caéis del calor de la
grieta al pozo mísero de la carbonilla,
ganga en montañas de
fantasía, vestidas de voluntad de ser,
corred, corred tan lejos
como os sea posible y esconded su procedencia,
presentadlo como una
virtud
porque cuando ya tiene
nombre, eso lo puede todo,
y arranca la morrena del
mundo para convertirlo en un espejo donde mirarse a reflexionar sobre lo feo y
horrible que es esconder la verdad sobre las tantas piedras ennegrecidas por el
deshielo,
sin la mirada que las
escamotee,
y que no pierda su sentido
de arte.
Que potente. Me gusta. Tiene un algo diferente a los otros, como una perforadora que atraviesa las raices y los minerales de la tierra más negra y helada. Tus poemas a veces dan miedo.
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