Dylan
Thomas
La sorpresa es abrir el
día,
vocalizarlo a martillazos,
hacerle daño por ser lo
que toca.
Nada serio ocurriría si se
cerrasen los cofres según el uso horario:
irían cayendo en un
impostado silencio,
no oiríamos a la sombra
derramarse,
se detendría en una espera
que se mataría con un vistazo a la parte delantera de la cosas,
cajas que tomarían un aire
para no devolverlo,
avalanchas de gas y
materia metálica,
ese es el legado para
adelantar al tiempo que abre y cierra una ventana maravillosa por donde lanzar
confeti,
el que hemos guardado para
la madurez de la tarde,
se arrastra y brilla en la
conciencia como un pequeño sumidero donde se cuela la gloria del bendito día,
no nos arrepintamos,
puede pesar al ocaso, como
un anillo demasiado pequeño,
marcado en el rostro al
defender la jornada como una estúpida razón para continuar.
Alguien te dirá que es la
señal,
no lo creas, el azar
tiende a repetirse,
carga con ello.
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