“lo que trasciende al entonar los cantos”
(Amy
Clampitt)
Perder fabrica memoria,
sustraerla del centro de
la detonación,
empujar los rastrojos del
impacto,
borrar la gota que hidrata
el punto de fuga,
son las consecuencias y
las ambiciones de no ganar nada,
de no ser nadie en medio
de la carencia remachada al silencio,
permanecer en la sequia
helada mientras se espera un turno,
corazón que no llega
porque hablar ya no toca,
no es natural, enredado en
la propia raíz hasta expulsar los coágulos y ser un hueco minúsculo en el
bosque que no se viste,
entonces esa masa infame
de carne pegada a la piel que nos sustenta comienza a cantar,
desenvolviendo misterios,
prescindiendo del envase y de la espada quebrada que tapona los ruidos de hojas
arrastradas por el barrendero,
crece el espectro,
burbujas de lava que son todas las vidas en una,
hechas masa líquida que se
desparrama pendiente abajo a fulminar cuanto encuentre,
a darle mandobles hasta
que entiendan que el templo no es posible
y es mejor oír aunque sea a
los agonizantes que esperan la sombra alada,
que os de de beber, que os
cambie las manos de sitio y que retire la fortaleza que hay de fondo.
En solemne rapto de
realidad,
la luz será silencio
acomodado,
permeable y fundida a los
labios que permanecerán en calma tras el rumor del ronce,
dejadlos oír, ningún mal
podrá haber,
los muertos levantaron el
sitio y nos dejaron un lugar por donde huiremos.
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