A Francesco Petrarca
Con todo lo que sabemos no
se nos ocurre otra cosa que correr,
los mas estúpidos lo hacen
en el mismo sitio,
los otros marcan
distancias,
todos tienen, o ya les llegará,
aparatos que miden las pulsaciones y el tiempo,
y trazan un mapa de líneas
por donde se miran,
es un atlas mudo y sin
pretensiones
podría marcar círculos
donde las ideas hubieran sido más brillantes pero ya he dicho que es mudo y sin
pretensiones
ideas para compararlas con otros proyectos rivales calibrados en tiempos,
como las marcas de las recetas de cocina o los horarios del tren,
los clasifican sin debate.
Los más dotados suben con una bandera de consumo rápido,
se la deberían comer
mientras marcas comerciales trituran el espacio que les han concedido en el
fondo,
siempre hay un el primero,
siempre hay un símbolo primero, el de mente acerada, el que ha mirado al mayor
precipicio sin tambalearse,
es el del gran honor, es el
de la flecha clavada en el centro.
Cuando recupera el aliento
afirma,
mientras tanto sonríe
sudoroso,
un momento después las
estadísticas que ha construido se derrumban,
solo son testimonios para
volcar a las gentes a ser más rápidas, más exigentes,
tanto como para distorsionar
los rasgos
y tirarlos hacia la niebla
y la nieve. Algo les hace seguir con ansia caníbal,
el mito hombre sin hogar, mito
del útero desgajado y demolido que se mira de refilón,
cuál era el motivo dentro
del paisaje,
cuál era el motivo para
estar allí,
aun se discute.
No hay comentarios:
Publicar un comentario