viernes, 1 de mayo de 2015

PROEZA ATLETICA

                                                                                                      A Francesco Petrarca


Con todo lo que sabemos no se nos ocurre otra cosa que correr,
los mas estúpidos lo hacen en el mismo sitio,
los otros marcan distancias,
todos tienen, o ya les llegará, aparatos que miden las pulsaciones y el tiempo,
y trazan un mapa de líneas por donde se miran,
es un atlas mudo y sin pretensiones
podría marcar círculos donde las ideas hubieran sido más brillantes pero ya he dicho que es mudo y sin pretensiones
ideas para compararlas  con otros proyectos rivales calibrados en tiempos, como las marcas de las recetas de cocina o los horarios del tren,
los clasifican sin debate. Los más dotados suben con una bandera de consumo rápido,
se la deberían comer mientras marcas comerciales trituran el espacio que les han concedido en el fondo,
siempre hay un el primero, siempre hay un símbolo primero, el de mente acerada, el que ha mirado al mayor precipicio sin tambalearse,
es el del gran honor, es el de la flecha clavada en el centro.
Cuando recupera el aliento afirma,
mientras tanto sonríe sudoroso,
un momento después las estadísticas que ha construido se derrumban,
solo son testimonios para volcar a las gentes a ser más rápidas, más exigentes,
tanto como para distorsionar los rasgos
y tirarlos hacia la niebla y la nieve. Algo les hace seguir con ansia caníbal,
el mito hombre sin hogar, mito del útero desgajado y demolido que se mira de refilón,
cuál era el motivo dentro del paisaje,
cuál era el motivo para estar allí,
aun se discute.

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